Sentado en la vereda de enfrente uno intenta comprender en forma obvia, las simplezas absolutamente tergiversadas, manipuladas, casi suicidas en que los artistas vivenciales se regocijan de su inexistente y banal penuria. Italo Calvino lo decía muy bien “aquel que quiere mirar bien la tierra debe mantenerse a prudente distancia”, posición cómoda, despreocupada; metamorfosis absoluta, jueces de la incomprensión, mofadores. Bienvenidos entonces a mi vida. Soy deidad.
Trabajo social, así lo definí. Esa es mi función. Ya hablé demasiado y quiero escuchar. La problemática se presenta entonces cuando no puedo tomarme en serio los problemas de los demás, y no porque carezcan de importancia, sino que sencillamente me parecen innecesarios. Desencuentros amorosos en donde la víctima traslada su fracaso a una persona impiadosa. Y Ahí digo yo “víctima no, victimario de tu propia y estúpida disconformidad” y toda una serie de comentarios y consejos que tengo anotados en un cuadernito, y esto es así porque como ya he comentado en otras oportunidades, descreo de la mente infinita e incatalogable del ser humano. Escucho y repito.
¿Altruismo? Jamás. Simplemente me regodea tener respuestas acotadas y certeras, cumplir con mi supuesta acción benéfica del día impartiendo tan poco esfuerzo. Y quienes coquetean con la miseria, me abrazan y dicen GRACIAS; después vienen sus lágrimas, un abrazo y me odio.
Finalmente vuelvo a cruzar la vereda y me enrollo. La vulnerabilidad me pincho el dedo gordo, y mi escollo mental se vuelve obsceno, profano. Me victimizo y no es que los demás no se aprovechen de eso, al contrario, escuchan y repiten, todo es tan simple. Si pudiera al menos tener un cuadernito con respuestas precisas para saber cómo actuar. Soy hombre.
Básicamente es una cuestión de hombres y deidades, la lúgubre búsqueda del equilibrio. La pesadumbre del incomprendido, la praxis del tutor. No puedo ser una cosa o la otra, tampoco puedo ser las dos. Soy cristiano y estoy muerto (Gracias a Dios).
A mi hermana con cariño.
Alexis Turnes Amadeo
Walker Evans, 1935.
es la historia de los héroes.
ResponderEliminarcelebro haber llegado a este blog.
saludos.