Walker Evans, 1935.

lunes, 10 de mayo de 2010

En la vereda de enfrente (versión Olimpo)

Sentado en la vereda de enfrente uno intenta comprender en forma obvia, las simplezas absolutamente tergiversadas, manipuladas, casi suicidas en que los artistas vivenciales se regocijan de su inexistente y banal penuria. Italo Calvino lo decía muy bien “aquel que quiere mirar bien la tierra debe mantenerse a prudente distancia”, posición cómoda, despreocupada; metamorfosis absoluta, jueces de la incomprensión, mofadores. Bienvenidos entonces a mi vida. Soy deidad.

Trabajo social, así lo definí. Esa es mi función. Ya hablé demasiado y quiero escuchar. La problemática se presenta entonces cuando no puedo tomarme en serio los problemas de los demás, y no porque carezcan de importancia, sino que sencillamente me parecen innecesarios. Desencuentros amorosos en donde la víctima traslada su fracaso a una persona impiadosa. Y Ahí digo yo “víctima no, victimario de tu propia y estúpida disconformidad” y toda una serie de comentarios y consejos que tengo anotados en un cuadernito, y esto es así porque como ya he comentado en otras oportunidades, descreo de la mente infinita e incatalogable del ser humano. Escucho y repito.

¿Altruismo? Jamás. Simplemente me regodea tener respuestas acotadas y certeras, cumplir con mi supuesta acción benéfica del día impartiendo tan poco esfuerzo. Y quienes coquetean con la miseria, me abrazan y dicen GRACIAS; después vienen sus lágrimas, un abrazo y me odio.

Finalmente vuelvo a cruzar la vereda y me enrollo. La vulnerabilidad me pincho el dedo gordo, y mi escollo mental se vuelve obsceno, profano. Me victimizo y no es que los demás no se aprovechen de eso, al contrario, escuchan y repiten, todo es tan simple. Si pudiera al menos tener un cuadernito con respuestas precisas para saber cómo actuar. Soy hombre.

Básicamente es una cuestión de hombres y deidades, la lúgubre búsqueda del equilibrio. La pesadumbre del incomprendido, la praxis del tutor. No puedo ser una cosa o la otra, tampoco puedo ser las dos. Soy cristiano y estoy muerto (Gracias a Dios).

A mi hermana con cariño.

Alexis Turnes Amadeo


Walker Evans, 1935.